Volumen de película... ¡sin necesidad de lavar!
Para mí estaba claro: no se puede lavar el cabello sin agua. Los champús secos no significaban nada para mí. ¿Lavar con un spray? No entendí el principio. Tendía a lavar mi cabello graso en cuanto aparecían los primeros signos de grasa. Es decir, todo el tiempo. Pero lo estaba ahogando, y sentí que algo tenía que cambiar...
Y luego me fui de viaje el año pasado con mi amiga Anna. Un viaje de quince días con mochila por el norte de la India, en las altas mesetas de Ladakh; fue magnífico. Y bastante espeluznante. Con el calor y la humedad, y el limitado acceso al agua durante nuestras escalas, cambié mis hábitos. Escondía mi cabello graso con angustia bajo mi gorra o bajo una hermosa pashmina de cachemira; en definitiva, me adapté. Pospuse el lavado con champú y aguanté, pero soñaba con ello por la noche. Anna sacaba su botellita de champú seco, una que había comprado en el duty free del aeropuerto, y se burlaba de mí diciendo: "Es un alivio increíble, en serio".
Se suponía que íbamos a terminar con una nota alta en la boda del primo de Anna, cerca de Delhi. Y entonces (lo recordaré el resto de mi vida) nuestro tren nocturno llegó con 12 horas de retraso. ¡12 horas! Fue una locura, pero había un gran ambiente. Íbamos a llegar a la boda en el último segundo, de madrugada; y sin poder ir al hotel, claro. Así que nos preparamos en los diminutos baños del atestado vagón. Fue épico, con vendedores de chai en la ventanilla y el tren dando bruscos tirones. Mi cabello era un desastre; estaba apelmazado y pegado a la cabeza. Bajábamos literalmente de la montaña. Anna me dijo: "Vamos, champú seco. Es imprescindible". Ella me enseñó cómo usarlo: "Se pulveriza a unos 15 o 20 centímetros desde las raíces hasta las puntas. A continuación, masajea el cuero cabelludo con las yemas de los dedos". La dejé hacerlo: de todos modos, mi cabello ya no tenía nada que perder. En solo 3 pulverizaciones, me sentí mejor. El polvo había absorbido la grasa. Mi cabello estaba más ligero y flexible. Estábamos listas para sumergirnos en el enorme buffet de la boda.
Cuando bajamos del tren en Delhi, sentí que todo el mundo miraba mi nuevo volumen. Pero no, de hecho, era nuestra vestimenta la que llamaba la atención de todos: en saris de satén verde esmeralda con deportivas y mochilas, rozábamos el ridículo.
Nos fuimos de fiesta toda la noche y sentí que volvía a ser yo misma como nunca antes. Un nuevo "look". ¡Y sin agua corriente!
Al final del viaje, el champú seco formaba parte de mi rutina. Hoy en día, es genial cuando necesito hacer un recogido, para salvar mi cabello entre lavados, o para arreglar mis mechones ligeramente grasientos. A veces, incluso en el tranvía, justo antes de ponerme ante mis alumnos, me doy un pequeño retoque. Me recuerda a mi aventura en la India. Incluso he dejado uno en el kit de emergencia de la sala de profesores. Este champú seco forma parte de mi historia de viajes, y todo el mundo lo sabe.
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